Con un dejo de nostalgia, la Mtra. Martha Elena Flores de García platica de manera casi cronológica cómo nació Altares y Tumbas, evento que fundó en 1982 y que actualmente es considerado uno de los acontecimientos de mayor arraigo en el estado de Chihuahua.
La cita para la entrevista se pactó en el edificio A, el primero en edificarse en el Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte (IADA), donde en estas fechas el ajetreo marca el inicio de esta tradición.
Cuenta que en 1982 asumió la dirección de la carrera de Decoración de Interiores y entre sus objetivos destacaba promover este programa entre la comunidad universitaria y juarense.
Pensó en qué podría funcionar para atraer la atención y la fecha más cercana era el 2 de noviembre.
“Estaba tan cerca Halloween, pero también el Día de Muertos”, que optó por esta última, una costumbre sureña que hacía eco en la frontera.
Le comentó a una de sus compañeras, a la Lic. Leny González, quien vio la propuesta como una idea muy original. Pero antes, dijo, habría que sumergirse en la historia para conocer sus raíces, comprender su significado y la manera de celebrarse en cada región.
Se acercaba la fecha y con ella la búsqueda de elementos para hacer el primer altar, que fue en honor a las decoradoras de interiores que habían fallecido en los últimos años.
Dos alumnas pusieron manos a la obra y eligieron un rincón, en la planta baja del edificio A, “precisamente a mis espaldas”, señala la entrevistada.
Le empezaron a dar forma al primer altar, justo a las 14:00 horas, para involucrar a los alumnos de Ingeniería que estudiaban por las tardes.
“Les ofrecíamos galletas y café mientras les platicábamos sobre esta tradición, algunos se mostraban interesados, otros sólo nos veían”, ríe.
Para el siguiente año, varios maestros y alumnos de diferentes programas quisieron participar.
“Pero con una condición”, sentenció la maestra Martha Elena: “van a tener que investigar lo que es un altar de muertos, que incluya su significado y en qué estado de la república se inspiraron”.
Llegó el día y el entusiasmo fue contagioso.
“Me encantó ver la voluntad con la que lo hacían, la responsabilidad y el interés que le tomaron”.
Para entonces, Altares y Tumbas estaba cumpliendo su principal objetivo, llamar la atención de los universitarios y la de un público curioso, atraído por los adornos.
Pero también estaba reuniendo lo que la carrera de Decoración de Interiores requería “que los estudiantes despertaran su imaginación y echaran a andar su creatividad con la ayuda de ofrendas, flores y pintura”, entre otros materiales.
En 1984 surgió la idea de hacer tumbas chuscas que, además de imaginación, precisaba ingenio y humor ácido en la aplicación de situaciones actuales, con personajes reales de la política y autoridades dentro y fuera de la institución. El proyecto más original sería reconocido.
Al evento se le fueron sumando puestos de antojitos mexicanos y se acordó que los estudiantes participantes recibirían en retribución horas de trabajo social.
Pero no fue sino hasta en 1985 cuando Altares y Tumbas empezó a adquirir fama.
“Ese 2 de noviembre nos visitó el Secretario de Educación y Cultura de México (Miguel González Avelar) y el Lic. Cervantes (Alfredo Cervantes García, rector 1985-1990) lo invitó a que asistiera a nuestro evento”.
Durante su recorrido, González Avelar se cuestionó cómo una tradición de tanto arraigo en el sur de la república estaba impactando en el norte del país y cómo de celebrarse en cementerios, casas particulares e iglesias pasó a ser un atractivo desde la academia.
Esto llevó a que el funcionario federal girara la orden para que en todas las escuelas del país, de todos los niveles, fuera celebrado el Día de Muertos, lo cual implicó que alumnos y la misma Mtra. Martha Elena fueran invitados a dar charlas a varias instituciones educativas, a compartir su experiencia y a enseñarles cómo diseñar un altar o una tumba.
Empezó a ser tan demandante esta festividad que las tiendas locales se vieron obligadas a surtir sus anaqueles de artículos de temporada como papel picado, procedente de algunos estados del centro y sur de la república. Asimismo, negocios como el desaparecido Centro Artesanal de Ciudad Juárez se unieron a la causa con el préstamo de alfarería (ollas o pucheros, platos, vasos, botijos) para hacer más atractivas las creaciones de los estudiantes.
Ese mismo año y luego de la visita de dos artistas procedentes de la Ciudad de México que, como parte de otro evento, tapizaron “de una forma muy particular” los ventanales del edificio A, del IADA, fueron adoptados aquí los murales y vitrales efímeros.
“Yo me acerqué a ellos y me dijeron: venga maestra, si quiere ayúdenos y nosotros le enseñamos. Yo encantada”. Para 1986, esto ya era parte de la festividad, al igual que la participación de varios grupos artísticos como “Ruidos, sonidos y otras yerbas”, rondallas y los bailables de Lupita Bernal que armaban el jolgorio.
Gracias a todo este revuelo, la Mtra. Martha Elena Flores de García fue nominada a la Presea Cultural, el máximo galardón que en otrora concediera la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez a todos aquellos que lograran un impacto social con su trabajo.
¿Cómo recibieron los estudiantes esta festividad,
tomando en cuenta la influencia de Estados Unidos con Halloween?
“Primero se les habló, se les dijo que esto era cultura mexicana: aquí no va a haber disfraces (de mostros)”. Algunos la cuestionaron. “Yo les dije: respeto la tradición de Estados Unidos, no estoy en contra, pero también hay que darnos nuestro lugar y respetarnos”.
Cuenta que para 1988, el Consulado de México en El Paso, el Museo de Arte Contemporáneo de El Paso, El Paso Community College y la Universidad de Texas en El Paso (UTEP) replicaron esta práctica, gracias a la capacitación de sus estudiantes de Decoración de Interiores. El entonces Alcalde de El Paso Jonathan W. Rogers, aplaudió esta sinergia de talentos.
¿A qué se debió el impacto de este evento, desde sus inicios?, se le indaga.
Responde que por la publicidad de voz en voz y porque Ciudad Juárez es una población flotante que concentra universitarios de varios estados de la república.
“A la hora que estábamos instalando se acercaban alumnos de Oaxaca, Veracruz, Guanajuato y les decíamos: ándeles, ustedes que saben apóyenos. Así surgieron otras ideas como los tapetes de aserrín originarios de Tlaxcala”.
Se le pregunta sobre las satisfacciones que como persona y catedrática le deja Altares y Tumbas, a lo que atribuye a la entrega y entusiasmo de sus organizadores, así como al resultado final, que es la presencia de miles de juarenses y habitantes de áreas circunvecinas. Pero su mayor satisfacción, confiesa, es ver llegar a Altares y Tumbas a su 37 aniversario.
“Por eso quiero aprovechar para agradecerles a todos los maestros que me apoyaron, a los alumnos, a las autoridades universitarias, a los rectores porque sin ellos esto no hubiera sido posible”.
¿Por qué debería continuar Altares y Tumbas? “Yo creo que este evento es muy difícil que muera porque la misma comunidad lo pide. Inclusive se va pasando la tradición de alumno a alumno,
de maestro a maestro.
¿Qué siente al ver los preparativos, qué emoción le evoca el ver llegar el 2 de noviembre?
“Se siente precioso, es una emoción pensar cómo aquello sigue vivo después de tantos años.
Pero a, parte, cuando entro a una tienda, a una mercería y veo a las mamás corriendo, buscando quel papel china, quel papel crepé, quel papel picado, que las velas… yo digo: si supieran quién está aquí”. La maestra hace una pausa a su conversación, respira hondo y suelta con un gesto emancipador: “Se siente hermoso, cómo no. Que esto haya nacido de una idea pequeñita, como una semillita y ver llegar el día, que a veces no puedo ni entrar yo misma (al IADA). Me llena de orgullo, ver a tanta gente involucrada que me conoce, que se toma fotos conmigo y me dice: mire maestra, mire todo lo que hizo”.
En 2018, Altares y Tumbas registró una afluencia récord, de casi 30 mil almas congregadas en los estacionamientos del Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte y el de Ingeniería y Tecnología. Hoy por hoy es considerado uno de los eventos masivos más significativos de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez.
La maestra Martha Elena Flores es originaria de Chihuahua capital, donde estudió la Licenciatura en Decoración de Interiores en el Tecnológico de Chihuahua. En la UACJ fue maestra de la carrera de Decoración de interiores (hoy Diseño de Interiores). En 1983 instituyó Artes y Oficios, después fue directora (ahora coordinadora) del Programa de Diseño de Interiores hasta 1990. Se jubiló cuatro años después y actualmente, a la edad de 83 años es integrante de la Mesa Directiva de Jubilados de esta institución formativa.
gustavo.cabullo@uacj.mx