En el marco de la Fiesta de los Libros que organiza la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), el Centro Cultural de las Fronteras fue escenario este lunes de una charla oportuna: Editores que leen su destino en los ojos de las inteligencias sintéticas, impartida por el maestro Camilo Ayala Ochoa, jefe del Departamento de Contenidos Electrónicos y Proyectos Especiales de la Dirección General de Publicaciones y Fomento Editorial de la Universidad Nacional Autónoma de México.
Más que una conferencia técnica, fue una invitación a la reflexión filosófica sobre el papel de la edición en tiempos de algoritmos. Ayala Ochoa propuso repensar la función del editor como un agente activo que no solo preserva la cultura escrita, sino que también media entre las herramientas tecnológicas y el pensamiento humano.
“La Inteligencia Artificial (IA) es un medio. Hay que editar ese medio”, dijo el maestro. Lejos de temer su irrupción, exhortó a asumir la responsabilidad ética y cultural que conlleva guiar a las nuevas generaciones en su uso.
“Los editores deben orientar a la población sobre cómo utilizar la IA y cómo desarrollar una mente crítica frente a ella”, afirmó.

Durante una entrevista previa a su participación, subrayó que no existe una sola Inteligencia Artificial, sino muchas y que cada una implica un reto distinto en ámbitos como la escritura, la fotografía, la ilustración o la edición: pilares de lo que alguna vez se llamó “la cultura del libro”, que hoy debe transformarse.
Ante la inquietud sobre la posibilidad de que la IA reemplace profesiones creativas, respondió con firmeza: “Debemos cambiar los paradigmas. Antes aprendíamos edición, ahora necesitamos nuevas competencias: saber manejar tecnología, interpretar datos, no dejar todo a la intuición o a la interfaz”.
Camilo Ayala trazó una analogía reveladora: cuando los teléfonos inteligentes se volvieron ubicuos, muchas personas perdieron la capacidad de orientarse mentalmente, incluso en sus propios barrios. La misma amenaza —dijo— se cierne sobre la capacidad de pensar críticamente si se abandona el ejercicio del conocimiento y la investigación a favor de respuestas automatizadas.
“Deberíamos utilizar la IA para pensar mejor, no para dejar de pensar”, concluyó. El peligro real —advirtió— no es la herramienta en sí, sino la renuncia a la creatividad humana, a la capacidad de preguntarse, de explorar, de crear desde la incertidumbre.
En tiempos donde las inteligencias sintéticas parecen tener respuesta para todo, la voz del editor —ese lector profundo del pensamiento ajeno— cobra más vigencia que nunca. Y la Fiesta de los Libros se convierte así en un espacio donde no solo se celebran las letras, sino donde también se cuestiona su porvenir.