Durante una breve entrevista con este medio, la voz del poeta se quiebra levemente, pero no por debilidad, sino por gratitud profunda.
Este miércoles 30 de abril, en el Aula Eduardo García Máynez del Instituto de Ciencias Sociales y Administración (ICSA) de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), el doctor Enrique Cortázar fue homenajeado por su extensa trayectoria como promotor cultural, escritor, gestor y amigo entrañable de la cultura en la frontera.
El evento, que inició puntualmente a las 6:30 de la tarde, reunió a un grupo de colegas, amigos y admiradores que, con calidez y humor, repasaron momentos inolvidables junto a Cortázar.
En el pódium lo acompañaron figuras queridas de la vida universitaria y cultural: el exrector de la UACJ Wilfrido Campbell, el investigador Víctor Orozco, el exdirector de Difusión Cultural Ramón Chavira y la promotora del homenaje, la catedrática Ysla Campbell, quien también leyó algunos de los poemas más entrañables del homenajeado.
Las anécdotas fluyeron como río de primavera. Se habló del Cortázar amigo de Carlos Fuentes, de José Luis Cuevas y de Carlos Monsiváis, entre muchos otros. Del gestor que lograba milagros con presupuestos mínimos. Del hombre que convirtió un comentario sobre unas cortinas desgastadas en una reunión decisiva para dignificar un espacio del Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA). De su paso por museos, universidades y calles con nombre de árbol o revolución, siempre con la palabra como herramienta para unir.
Conmovido, Cortázar tomó el micrófono:
“Estoy súper agradecido. Creo que uno de los sentimientos que promueven mi presencia en esta vida es el agradecimiento. Amistades que se fueron tejiendo sin saber cómo ni por qué, pero se fueron tejiendo…”
Y así, de palabra en palabra, construyó un discurso espontáneo lleno de memoria, humor y emoción.
Próximo a cumplir 81 años, el doctor Cortázar agradeció a la universidad, al rector Daniel Constandse, al director del ICSA Jesús Meza y, especialmente, a su entrañable amiga Ysla Campbell. Aunque estudió en la Universidad Autónoma de Chihuahua, reiteró con cariño:
“La Universidad de Juárez ha sido muy generosa conmigo, muy cálida”.
Al final del acto, este medio tuvo la oportunidad de hacerle unas breves preguntas que revelan al hombre detrás del gestor, al poeta detrás del funcionario, al joven que aún habita en sus otoños de Chihuahua:
—¿Qué le queda por hacer, escribir o imaginar?
“Vivir y seguir imaginando un mundo mejor. Vivo desde chavalo pensando que era posible lo que está sucediendo ahorita en nuestro país”.
—¿Cuál ha sido el momento más decisivo de su vida?
“Ser discípulo de don Octavio Paz. Nunca imaginé que tendríamos una cercanía tan entrañable. También ser juez en Santa Eulalia, donde conocí al pueblo bueno, el que ahora se está empoderando”.
—¿Qué lo ha inspirado?
“Los parques, la lluvia, los otoños. Paseo Bolívar, el Parque Lerdo. Creo que la esencia de la poesía es la tristeza, la nostalgia, la melancolía”.
—¿Qué lo ha hecho llorar?
“La muerte de mis padres, de mi mujer”, responde y en ese instante su voz se quiebra ligeramente. Hace una pausa breve, toma aliento y continua: “Entre otras, por ejemplo, cuando mataron al Che Guevara. La pérdida de seres muy queridos. Pero con el llanto he aprendido a asimilar la muerte y esperar el reencuentro”.
—¿Cómo le gustaría ser recordado?
“Como un hombre sencillo que amó la vida y que le encantó el rock and roll. Porque soy un fanático del rock”.
Así fue este homenaje: íntimo, festivo, profundo. Un acto de justicia y de afecto para un hombre que ha tejido cultura con hilos invisibles pero duraderos entre México y el mundo.
La Universidad Autónoma de Ciudad Juárez honró con este encuentro no solo al personaje público, sino al ser humano que ha vivido haciendo lo que ama: sembrar cultura, amistad y poesía.