Cada diciembre, Ciudad Juárez se envuelve en un aura especial gracias a la Compañía de Ballet Clásico de la UACJ y su majestuosa interpretación de El Cascanueces.
Este espectáculo, que año tras año llena de magia los corazones de chicos y grandes, es mucho más que una simple puesta en escena: es el resultado de meses de arduo trabajo, talento y dedicación. Detrás del telón, cada detalle cobra vida gracias a bailarines, músicos, diseñadores y la pasión inquebrantable de una comunidad comprometida con el arte.
Quisimos conocer los secretos tras bambalinas, escuchar las historias de los bailarines y comprender cómo logran que esta tradición navideña se transforme, año tras año, en un espectáculo inolvidable.
El reloj marca las 17:00 horas del sábado 7 de diciembre y un ejército de niños y jóvenes empiezan a ocupar los camerinos del Centro Cultural Paso del Norte, para tener su segunda participación en El Cascanueces, en su edición 2024.
Annette Gómez Terrazas, estudiante de 19 años del programa de Químico Farmacéutico Biólogo de la UACJ es la primera en platicar con nosotros.
Su relación con el ballet comenzó a los tres años y desde entonces no ha soltado sus zapatillas. Ella personifica a Clarita (Clara Stahlbaum) en esta temporada.
“Desde niña decía ‘quiero ser Clarita’”, comenta emocionada. “Ahora que tengo el papel, se siente muy bonito. Es un sueño cumplido porque este personaje es muy especial para mí”.
Annette recuerda con cariño cómo su madre la impulsó desde pequeña, quedándose horas en los ensayos, apoyándola con cada par de zapatillas nuevas.
Platica que combinar su carrera universitaria con los ensayos no ha sido sencillo, pero lo hace con amor y disciplina.
“Mis clases terminan a las cinco de la tarde y de ahí me voy al CUDA (Centro Universitario de las Artes) para ensayar hasta las nueve de la noche”, explica. A pesar de los desafíos, el ballet es una constante en su vida: “Es parte de mí”, insiste… “algo que nunca dejaré”.
Por su parte, José Alfredo Castro Vázquez, de 23 años, combina su carrera en Ingeniería Física con su pasión por el ballet. “La danza me escogió”, dice orgulloso, recordando cómo, a los 10 años, un maestro lo eligió inesperadamente para una actividad que lo llevaría al mundo del arte. Desde entonces, el ballet se convirtió en una vía de expresión y una herramienta para equilibrar su vida académica.
“El ballet y la física tienen similitudes: ambos requieren enfoque, creatividad y disciplina”, reflexiona.
Este año interpreta al imponente Rey Ratón, un personaje que describe como “explosivo, pero controlado” y cuya personalidad desarrolla con cada función.
Ivana Domínguez Varela, de apenas nueve años, se une a la charla.
Ella vive su primera experiencia en el escenario. Actualmente cursa el cuarto de primaria y, entre nervios y emoción, comparte que lo mejor de participar ha sido la convivencia con sus compañeros y el aprendizaje constante.
“Aquí nos cuidamos y nos queremos mucho”, dice esbozando una sonrisa. Para ella, este es solo el comienzo de lo que espera sea una vida en el arte.
La mente maestra detrás del telón
La maestra Marisol Galán Jurado, directora de la compañía desde 2019, es la fuerza que da cohesión a esta producción. Con más de 30 años de experiencia en la UACJ y una formación en la Escuela Nacional de Danza Clásica, Galán lidera un equipo de 56 bailarines locales y una pareja invitada de la Ciudad de México.
“Cada año intentamos mejorar en todos los aspectos: escenografía, vestuario y técnica. Queremos que el público vea algo nuevo y emocionante cada temporada. En esta ocasión nos enfocamos en el juego de luces, apostándole más a la tecnología”, destaca.
Prueba de ello, la entrada del teatro era vestida con video mapping, invitando a la audiencia a que viviera la experiencia desde el primer momento.
Los ensayos comienzan en enero y se intensifican a partir de agosto. La participación de los padres, la dedicación de los bailarines y el trabajo en equipo hacen posible esta tradición decembrina.
“Es impresionante ver cómo los niños se empapan de arte. Este proyecto no solo es un espectáculo; es una forma de dejar un precedente cultural en Juárez, donde no todo son malas noticias”, subraya Galán Jurado.
Adriana Rodríguez Aguilar la secunda. Esta ama de casa asiste por segunda ocasión a El Cascanueces, “un evento imperdible”.
“Es muy hermoso ver cómo esta obra reúne a tantas familias. Yo vi esta obra con los rusos y la producción de la UACJ no le pide nada a las grandes compañías internacionales, desde el sonido, el color, el profesionalismo, todo es impresionante”, afirma.
En entrevista con el maestro Lisandro Valentín García Alvarado, director de la Orquesta Sinfónica El Cascanueces, se le pregunta si se hizo algún cambio a la música en esta edición comparado con otros años.
“En realidad, todos los años hay algún cambio en la música y es una de las cosas maravillosas de esta obra. Cada vez que la retomamos, descubrimos algo nuevo: un detalle que no habíamos percibido, un efecto sonoro que pasó desapercibido o una intención que deseamos resaltar. Incluso estos cambios tienen que ver con el aura, con el espíritu con el que llegamos al final del año. Esa energía nos permite abordar la obra desde una perspectiva diferente”.
¿Qué implica trabajar con las dinámicas y matices de la música de Tchaikovski?
“Trabajar con las dinámicas y matices está directamente relacionado con el timbre de la orquesta. Tchaikovski, como orquestador, es un verdadero maestro y mi tarea al frente de la orquesta es moderar esas dinámicas y coordinar las interacciones entre las distintas secciones. Esto no solo se trata de ejecutar correctamente, sino de descubrir la intención que hay detrás de cada gesto musical y cómo esta intención refuerza la narrativa de la obra”.
La música de El Cascanueces es un puente entre la narrativa y las emociones del ballet y su objetivo es que cada nota, cada dinámica y cada pausa hagan justicia a la visión de Tchaikovski, conectando a la orquesta con el ballet y, finalmente, con el público.
¿Qué es lo más desafiante de interpretar El Cascanueces?
“Lo más desafiante es precisamente la riqueza emocional y técnica de la obra. El Cascanueces no solo es un clásico navideño, sino un viaje musical que requiere de precisión y sensibilidad. Cada año es un nuevo reto, porque nunca lo interpretamos igual; el espíritu de la obra y nuestra conexión con ella siempre evolucionan. Eso es lo que la mantiene viva y fascinante”.
El reloj marca las 19:00 horas y se abre el telón para revelar un lugar extraordinario, un regalo navideño para la frontera.
Con cada nota de Tchaikovsky y cada movimiento en punta, El Cascanueces de la UACJ reafirma que el arte florece en la frontera. Este montaje no solo embellece la temporada navideña, sino que también inspira a nuevas generaciones, recordando que la disciplina, la pasión y el trabajo en equipo son la clave para crear magia.