Como cada tarde, “Paola”, poco antes de salir de clases, en el Instituto de Arquitectura, Diseño y Arte (IADA), de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez (UACJ), solicitó un Uber para asegurar su viaje rumbo al trabajo.
A su arribo, el conductor le preguntó su nombre, como es habitual en este tipo de servicios y al verla con útiles en la mano, el hombre, de aproximadamente 30 años, descendió de la unidad para abrirle la puerta del copiloto y emprender la marcha.
Durante el trayecto, el chofer inició un interrogatorio que poco a poco fue incomodando a la universitaria. Cuestiones como “qué carrera estás estudiando”, “qué edad tienes” y hasta “qué dice el novio”, no le hacían gracia a la pasajera, por lo que pidió desistir a su indagatoria.
Pero, después de un ligero silencio, el conductor de la unidad remató con una última pregunta, acompañada de una caricia en la pierna de la jovencita: “qué harás más tarde”.
“Paola” se estremeció, no daba crédito a lo ocurrido y reaccionó. Abrió la puerta del auto, él se detuvo, ella tomó sus pertenencias y corrió hasta el primer negocio que encontró a su paso. Fin del viaje.
Nada nuevo para Josué Eduardo Rodríguez Guajardo, un estudiante de sexto semestre de Ingeniería en Sistemas Computacionales, en la división multidisciplinaria de Ciudad Universitaria, de la UACJ, quien asegura que estos relatos son una constante entre sus compañeras universitarias y que al final del día sólo provocan un sentimiento de impotencia y remordimiento, al no poder hacer nada.
“Estaba harto de escuchar a mis amigas y familiares, mujeres, incluso a mi madre, quejarse del acoso de taxistas, conductores de Uber y transporte público, de leer denuncias en las redes sociales sobre intentos de abuso y notas en los periódicos sobre secuestro, violación y de cosas así de fuertes que generalmente quedan impunes”, expresó Josué Eduardo.
Pensó en que era tiempo de hacer algo. Para entonces, durante el semestre pasado (agosto-diciembre de 2019), recibía clases de Programación II con la maestra Maritza Concepción Varela, quien le estaba enseñando métodos para la elaboración de aplicaciones. Josué tomó nota.
Aprovechó los intervalos entre sus clases, horas de trabajo y vacaciones de invierno para trabajar en una aplicación (App) que ofreciera un servicio de transporte operado y de uso exclusivo para mujeres. Su nombre: Aura.
Para el estudiante de Sistemas Computacionales fue todo un reto, pues no sólo puso a prueba sus conocimientos. A la fecha, lleva invertidos cerca de 15 mil pesos entre el registro de la marca y la empresa extranjera que contrató para alojar esta App y que le cobra una renta mensual de 150 dólares. Difícil para un estudiante confinado a un sueldo de mil 300 pesos a la semana, como empleado de una mercería.
El pasado 13 de enero, a manera de sondeo, Josué Eduardo subió una publicación en su Facebook para dar a conocer su proyecto y la respuesta fue apabullante. Su post encendió las redes en cuestión de minutos, desatando una serie de comentarios que le dieron respuesta a sus inquietudes y lo motivaron a continuar.
“Me hizo darme cuenta de que era algo que la ciudad necesitaba”, consideró el entrevistado.
Aura se encuentra actualmente en proceso de ser una marca registrada y en la etapa de evaluación para detectar posibles fallas o problemas al momento de entrar en funcionamiento. Posterior a ello, se contactará a las personas interesadas en trabajar para este servicio de transporte. Concluidos estos trámites, la App sería lanzada a finales del mes en curso.
Las metas trazadas son consolidar el proyecto como una marca y llegar a más estados del país, principalmente a aquellos con el mayor índice de acoso y secuestro.
Para finalizar la entrevista, se le pregunta al alumno de la UACJ a qué obedece el nombre de Aura, a lo que responde que después de varias ideas descartadas optó por Aura, por ser un término que inspira tranquilidad y confianza, lo que ayudó a diseñar su logo en rosa, en el que figura un auto coronado con una aureola.
Para mayores informes, puede ingresar a la página de Facebook: Aura; viajes seguros sin acoso.
Josué Eduardo Rodríguez Guajardo, de 21 años de edad, radica con su madre y dos hermanos en la colonia El Mezquital, en el suroriente de Juárez, a media hora de Ciudad Universitaria. Previo a Aura, admite, “nunca me vi como desarrollador”, ríe, ya que su principal pasatiempo era tocar en su banda de rock “Rosales”, en la que funge como bajista. Hoy en día, toda su atención la acapara Aura, una proeza para salvaguardar la integridad de una mujer en constante movimiento.
gustavo.cabullo@uacj.mx